lunes, 8 de agosto de 2011

- Al unísono.



Raro el milagro de tus ojos
en la pantalla casi adivinados.
Levantas la mirada y tu esencia
me llega en bytes a cientos de kilómetros.

Tanta vida vivida sin saberte…
Tanto sueños sin soñarte…
Tanto camino recorrido sin tenernos de la mano.

Y un día… ¿Serás tú?
Y sí, eras tú. Era yo.
Y allí comenzamos a estar.

La misma noche que te fuiste
a dormir en tu cansancio,
un duende o ángel de la guarda
nos desveló al unísono.
Compartimos esa primera vigilia
en relatos casi adolescentes.
Algo cambiaba.

Hoy apenas nos llegamos
en un juego audiovisual
de besos y sonrisas;
de “no te vayas todavía”,
o “¿dónde estabas que no se te veía?”

No sé “qué” eres, y allí estás.
Y yo aquí, y al final del camino apareces.
Lejanamente ansiada.
Refunfuño alguna palabra inconveniente.
Miro el río,
pero el rabillo del ojo me traiciona
y busco tu “¿Estás…?” en mi pantalla…

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