Y estaba él. Conmigo. Juntos debajo de aquel enorme roble.
Cerré los ojos, por la ilusión del momento, y al volver a abrirlos todo ese paisaje había desaparecido. Era invierno. Yacía sola bajo aquel roble. Congelada... Sola y congelada.
Pero, me equivocaba en mi torpe pensamiento. No estaba sola. Estabas allí. Nunca me habías dejado.
| Tú eras ese roble. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario